miércoles, 21 de octubre de 2015

II. El rapto de Darma


Si aquel prao se presentaba espléndido por fuera, en el castillo de popa lo era aún más; y se comprendía pronto que su propietario no había por cierto escatimado gastos en la construcción y en los adornos.
La salita, en la cual los tres hombres habían entrado, ocupaba buena parte del castillo. Sus paredes estaban tapizadas de seda roja china, con flores bordadas en hilo de oro y adornadas por grupos de armas dispuestas artísticamente: kris malayos, de hoja serpenteante y con la punta probablemente envenenada con el terrible jugo del upas; campilán y parang dayak, de hoja ancha y pesada, sobre todo hacia la punta; pistolas y pistolones, con los caños con arabescos y las culatas de ébano taraceadas de madreperla; carabinas indias con incrustaciones maravillosas, y no faltaban ni siquiera viejos trabucos de boca anchísima, usados alguna vez por las belígeras tribus de los bugineses y de Mindanao.
Todo alrededor estaba recorrido por divanes bajos, de seda blanca floreada; en el medio una mesa de ébano taraceada de madreperla; en lo alto una gran lámpara de Venecia, con un globo de color rojo y ya encendida, esparcía una luz dulcísima.
Yanez tomó de una ménsula una botella y tres vasos, que llenó de un licor del color del topacio, luego dijo al maratí que se había sentado junto a Sandokan:
—Ahora puedes hablar, sin temor que nadie oiga nuestra conversación. Los thugs no son todavía peces como para surgir del fondo del río.
—Si no son peces, son diablos por cierto —respondió el maratí, con un suspiro.
—Bebe y desata la lengua, mi bravo Kammamuri —dijo Sandokan—. El Tigre de la Malasia ha dejado Mompracem para declarar la guerra al Tigre de la India; pero antes deseo conocer todos los particulares del rapto.
—Hace veinticuatro días, señor, que la pequeña Darma ha sido raptada por emisarios mandados por Suyodhana, y hace veinticuatro días que mi amo la llora sin un momento de tregua. Si no hubiese llegado su despacho, que anunciaba su partida de Mompracem, a esta hora habría ciertamente enloquecido.
—¿Temía que nosotros no llegásemos en su ayuda? —preguntó Yanez.
—Sí, por un momento lo ha creído, suponiéndolos empeñados en alguna empresa.
—Los piratas de la Malasia desde hace algún tiempo duermen y ya no tienen más nada que hacer allá. Los tiempos han mutado y los bellos días de Labuan y Sarawak, son ya lejanos.
—Narra, Kammamuri —dijo Sandokan—. ¿Cómo fue raptada la pequeña Darma?
—Con un golpe de mano verdaderamente diabólico, que demuestra qué genio infernal tiene Suyodhana. Mi desgraciado amo, desde que Ada había muerto, dando a luz a la pequeña Darma, había concentrado sobre la niña todo el afecto que sentía por su mujer, y velaba rigurosamente a fin de que los thugs no intentasen nada contra la débil criatura. Vagas voces llegadas a nuestros oídos, nos habían puesto en guardia sobre los objetivos de los sectarios de Kali. Se decía que los thugs, después de estar por algún tiempo dispersos, a fin de huir a las justas represalias de los cipayos del capitán Macpherson, habían regresado a habitar las inmensas cavernas que se extienden bajo la isla de Rajmangal, y que Suyodhana pensaba procurarse otra virgen de la pagoda. Aquellas voces habían arrojado una viva turbación en el corazón de mi amo. Temía que aquellos miserables, que ya por tantos años habían tenido prisionera a su mujer, adorándola como la representante de la diosa Kali sobre la Tierra, tramasen raptarle a la hija. Sus temores, por desgracia, debían tener una terrible y dolorosa confirmación. Conociendo las astucias y la audacia de los thugs, habíamos tomado grandes precauciones, a fin de que no pudiesen llegar a la estancia de la pequeña. Habíamos hecho poner barrotes de hierro a sus ventanas, acorazar la puerta, visitar minuciosamente las paredes por temor a que existiese algún pasaje secreto, ya que hay muchos en los antiguos palacios indios. Además yo dormía en el corredor que conducía a la estancia, junto al tigre domesticado y a Punthy, el feroz perro negro, animales que, como saben, los thugs conocían. Pasamos seis meses entre continuas ansias y continuas vigilancias, sin no obstante que los thugs diesen signos de vida. Una mañana Tremal-Naik recibió un despacho de Chandernagor, firmado por un amigo suyo, un pequeño rajá despojado, comprometido en la última insurrección y que había encontrado un seguro asilo en la pequeña colonia francesa.
—¿Qué decía aquel despacho? —preguntaron a una voz Yanez y Sandokan, que no perdían una sola palabra del maratí.
—No contenía más que cuatro palabras: “Ven, úrgeme hablarte. Mucdar”. Mi amo, que había estrechado una profunda amistad con aquel ex-principito, de quien había recibido no pocos favores cuando regresamos a la India, creyéndolo amenazado por las autoridades inglesas, partió sin demora, después de haberme recomendado vigilar a su pequeña Darma. Durante el día nada sucedió que pudiese ponerme en sospecha, sobre el golpe que quizá por largo tiempo meditaban los sectarios de Kali, para tener a la hija de su ex-virgen de la pagoda de Oriente. Había ya llegado la noche cuando recibí también yo un telegrama de Chandernagor y que llevaba la firma de mi amo. Recuerdo aún, palabra por palabra, aquello que decía: “Parte inmediatamente con Darma que corre un grave peligro por parte de nuestros enemigos”. Muy espantado, me dirigí a la estación sin perder un solo minuto, junto a la pequeña Darma y a su nodriza. El despacho me había llegado a las seis y treinta y cuatro, y un tren partía para Chandernagor y Hugli a las siete y veintiocho. Subí a un compartimento que estaba vacío; pero algunos instantes antes de que el tren partiese, dos brahmanes subieron también, sentándose enfrente mío. Eran dos personajes de largas barbas blancas, de aspecto grave e imponente, que habrían tranquilizado al hombre más sospechoso. Partimos sin que nada extraordinario hubiese sucedido; cuando una hora después, apenas sobrepasada la estación de Serampore, sucedió un hecho simplísimo en apariencia, y que debía tener en cambio terribles consecuencias. La valija de uno de los dos brahmanes había caído y al abrirse había escapado un globo de sutilísimo cristal, que en el interior contenía flores. Por el golpe se partió, y aquellas flores se esparcieron por el compartimento, sin que los dos brahmanes se cuidasen de recogerlas. Ví no obstante que ambos habían de pronto extraído un pañuelo, acercándoselo a la boca y a la nariz, como si el perfume de aquellas flores, que era agudísimo, les hubiese molestado.
—¡Ah! —exclamó Sandokan, que se interesaba mucho en aquel extraño relato—. Continua, Kammamuri.
—Lo que sucedió luego —dijo el maratí, cuya voz se había vuelto temblorosa—, no se los sabría decir. Recuerdo solo haber sentido mi cabeza volverse poco a poco pesada... luego nada más. Cuando me desperté, un profundo silencio reinaba en torno a mí, y estaba al oscuro. El tren no corría más, a lo lejos oí sin embargo un silbido prolongado. Brinqué en pie llamando a la nodriza y a Darma, y nadie me respondió. Creí por un momento haberme vuelto loco, o ser presa de un espantoso sueño. Me precipité hacia la ventanilla: estaba cerrada. Completamente fuera de mí, con un puñetazo, desfondé el vidrio cortándome la mano, abrí la ventanilla y me lancé fuera. El tren estaba detenido sobre una vía muerta, y no habían más ni maquinistas ni guardafrenos. A lo lejos ví no obstante los fanales que parecía iluminaban una estación. Me puse a correr gritando siempre: “¡Darma! ¡Ketty! ¡Ayuda! ¡Las han raptado! ¡Los thugs! ¡Los thugs!” Fui parado por algunos policemen y por algunos empleados de la estación. Primero me creyeron loco, tanta era mi exaltación, y me tomó no menos de una hora persuadirlos de que mi cerebro estaba sano, y narrarles cuanto me había sucedido. Me encontraba no ya en la estación de Chandernagor, sino en la de Hugli, que está situada a unas cuatro millas más al norte. Nadie del personal se había percatado de mi presencia, cuando el tren fue detenido en la vía muerta, de modo que había permanecido en el compartimento hasta mi despertar. Por el policeman de la estación, fueron hechas rápidas investigaciones, que en el momento no dieron resultado. A la mañana partí para Chandernagor, para advertir a Tremal-Naik de la desaparición de Darma y de la nodriza. No estaba más y supe por su amigo que no había expedido a mi amo ningún telegrama. Ni siquiera aquel por mí recibido había sido mandado por Tremal-Naik.
—¡Qué astutos esos thugs! —exclamó Yanez—. ¿Quién habría podido fraguar un plan tan infernal?
—Prosigue, Kammamuri —dijo Sandokan.
El maratí se enjugó dos lágrimas, luego retomó con voz quebrada.
—No lograría jamás describir el dolor de mi amo, cuando supo de la desaparición de la pequeña Darma y de la nodriza. Fue un verdadero milagro si no enloqueció. La policía mientras tanto continuaba sus indagaciones, conjuntamente con la francesa de Chandernagor, para descubrir a los raptores de la niña y de Ketty. Fue así constatado que aquellos dos despachos habían sido expedidos por un indio, que hasta entonces no había sido visto nunca por los empleados de la oficina telegráfica de Chandernagor, y que hablaba malísimo el francés. Luego que los dos brahmanes que habían subido conmigo, habían descendido en la estación ferroviaria de aquella ciudad, sosteniendo a una mujer que parecía hubiese sido golpeada por un grave malestar y llevando en el brazo a una niña rubia. El día siguiente, la nodriza había sido encontrada muerta en medio de un bosque de bananos, con un pañuelo de seda negra estrechado al cuello. ¡Los thugs la habían estrangulado!
—¡Miserables! —exclamó Yanez, estrechando los puños.
—Aquello no obstante no prueba que hayan sido los thugs de Suyodhana los raptores de la pequeña Darma —observó Sandokan—. Pudieron haber sido bandidos vulgares que...
—No, señor —dijo el maratí, interrumpiéndolo—. Fueron los thugs de Suyodhana, quienes han dado el golpe, porque una semana después mi amo encontraba en su estancia una flecha, que debía haber sido arrojada desde la calle, cuya punta estaba formada por una pequeña serpiente con la cabeza de mujer, el emblema de los sectarios de la monstruosa Kali.
—¡Ah! —exclamó Sandokan, arrugando la frente.
—Y no es todo —prosiguió Kammamuri—. Una mañana encontramos en la puerta de nuestra vivienda una hoja de papel, con el emblema de los thugs pintado encima, coronado por dos puñales cruzados entre una “S”.
—¿La firma de Suyodhana? —preguntó Yanez.
—Sí —respondió el maratí.
—¿La policía inglesa no ha descubierto nada?
—Ha proseguido las indagaciones por algunas semanas más, luego dejó morir la cosa. Parece que no desean incomodar demasiado a los thugs.
—¿No ha hecho ninguna búsqueda en los Sundarbans? —preguntó Sandokan.
—Se ha rehusado, con el pretexto de que no podía disponer de hombres para organizar una expedición lo suficientemente fuerte como para asegurar un buen éxito.
—¿No tiene más soldados entonces el gobierno de Bengala? —preguntó Sandokan.
—El gobierno anglo-indio, en este momento, está demasiado ocupado como para pensar en los thugs. La insurrección se extiende cada vez más, y amenaza con envolver a todas las posesiones inglesas en la India.
—¡Ah! ¿Hay una insurrección en la India? —preguntó Yanez.
—Y que se ha vuelto día a día más terrible, señor. Los regimientos de los cipayos se han rebelado en más lugares, en Meerut, Delhi, Lucknow, Cawnpore y después de haber fusilado a sus oficiales, acudieron bajo las banderas de Tantia Topi y de la bella y valiente Rani.
—Pues bien —dijo Sandokan, alzándose y dando un giro alrededor de la mesa con una cierta agitación—, ya que ni la policía, ni el gobierno de Bengala pueden ocuparse de los thugs, en este momento, pensaron en nosotros, ¿verdad Yanez? Tenemos cincuenta hombres, cincuenta piratas, escogidos entre los más valerosos de Mompracem, que no temen ni a los thugs, ni a Kali, armas de buen porte, una nave que puede desafiar incluso a las cañoneras inglesas y millones para tirar. Con todo esto se puede desafiar el poder de los thugs y dar a aquel monstruo de Suyodhana un golpe mortal. ¡El Tigre de la India, en lucha con el Tigre de la Malasia! Habrá diversión.
Vació un vaso lleno de aquel delicioso licor, estuvo un momento inmóvil con los ojos fijos en el fondo del jarro, luego girando bruscamente sobre sí mismo, y mirando al maratí, preguntó:
—¿Tremal-Naik cree que los thugs han vuelto a sus misteriosos subterráneos de Rajmangal?
—Tiene la convicción —respondió Kammamuri.
—¿Entonces la pequeña Darma debe haber sido conducida allí?
—Ciertamente, señor Sandokan.
—¿Tú conoces Rajmangal?
—Y también los subterráneos. Le dije ya que permanecí por seis meses prisionero de los thugs.
—Sí, lo recuerdo. ¿Son vastos aquellos subterráneos?
—Inmensos, señor, y se extienden bajo toda la isla.
—¡Debajo has dicho! He aquí una bella ocasión para ahogar allí dentro a todos aquellos canallas.
—¿Y la pequeña Darma?
—Los ahogaremos más tarde, cuando hayamos logrado arrancarles a la pequeña, mi bravo Kammamuri. ¿Por qué parte se desciende a aquellos subterráneos?
—Por un agujero abierto en el tronco principal de un inmenso baniano.
—Pues bien, iremos a visitar los Sundarbans —dijo Sandokan—. Mi querido Suyodhana, tendrás muy pronto noticias de Tremal-Naik y del Tigre de la Malasia.
En aquel momento se oyó un fragor de cadenas y una zambullida, luego comandos, por consiguiente se sintió una sacudida más bien brusca.
—Han arrojado las anclas —dijo Yanez, alzándose—. Subamos, Sandokan.
Vaciaron los jarros y remontaron la toldilla.
La noche había descendido hacía ya un par de horas, envolviendo las pagodas de la Ciudad Negra, los campanarios, las cúpulas y los grandiosos palacios de la Ciudad Blanca; pero una miríada de fanales y lámparas centelleaban a lo largo de los amplios malecones, en la Strand y en las soberbias squares, que se cuentan entre las más bellas del mundo.
Sobre el río, que en aquel lugar era ancho de más de un kilómetro, un número infinito de naves a vapor y a vela, provenientes de todas partes del mundo, ondulaban en sus fondeaderos, con los fanales reglamentarios encendidos.
La Marianna había anclado hacia los últimos bastiones del fuerte William, cuya masa imponente descollaba en la oscuridad.
Sandokan se aseguró si las anclas habían tocado buen fondo, hizo bajar las inmensas velas que rozaban a los ghrab vecinos, luego ordenó calar la ballenera.
—Es casi medianoche —dijo a Kammamuri—. ¿Podemos ir donde tu amo?
—Sí, pero les aconsejaría llevar puesta una vestimenta menos vistosa, para no alarmar a los espías de los thugs. Mi amo y yo tenemos la certeza de ser vigilados por los bandidos de Suyodhana.
—Nos vestiremos de indios —respondió Sandokan.
—Es mejor aún de shudra —dijo Kammamuri.
—¿Qué son estos?
—Siervos, señor.
—La idea es buena. Las vestimentas no faltan a bordo; ven a adornarnos de modo de poder engañar a los espías, y comencemos nuestra campaña. Si el Tigre de la India es astuto, aquel de la Malasia no lo será menos. Ven, Yanez.

ACLARACIONES DE LA TRADUCCIÓN

El viaje en tren entre Calcuta y Chandernagor, pasando por Serampore, que comenta Kammamuri, se puede realizar hoy día en poco más de una hora, tomando la línea Howrah-Bardhaman —Howrah es una estación terminal de tren de Calcuta—. Después de la estación Chandernagor siguen Chuchura y después Hugli.

Las insurrecciones a la que se hace referencia son el antesala y los inicios de la Rebelión en la India de 1857, que comenzó como un motín de cipayos el 10 mayo de 1857 en Meerut. Esta rebelión marcó un antes y un después en la invasión inglesa en India.

Castillo de popa: “Quadro di poppa” en el original, es la parte del buque que se eleva sobre la cubierta principal en el extremo de popa.

Kris: “Kriss” en el original, es una daga, de uso en Filipinas, que tiene la hoja de forma serpenteada.

Upas: Palabra de origen javanés que significa “veneno”. Se utiliza para designar al veneno extraído del látex del árbol Antiaris toxicaria de la familia de las moráceas.

Campilán: “Kampilang” en el original, es un sable recto y ensanchado hacia la punta, usado por los indígenas de Joló, en Filipinas.

Parang: Es un gran cuchillo utilizado en Malasia y las islas Molucas, similar al machete. Mide entre 25 y 61 cm de longitud y pesa cerca de 1 kg.

Taraceada: Embutido hecho con pedazos menudos de chapa de madera en sus colores naturales, o de madera teñida, concha, nácar y otras materias.

Madreperla: Molusco lamelibranquio, con concha casi circular, de diez a doce centímetros de diámetro, cuyas valvas son escabrosas, de color pardo oscuro por fuera y lisas e iridiscentes por dentro. Se cría en el fondo de los mares intertropicales, donde se pesca para recoger las perlas que suele contener y aprovechar el nácar de la concha.

Carabina: Arma de fuego similar al rifle, pero generalmente más corta y con menor potencia de fuego, a un fusil o mosquete.

Trabucos: “Tromboni” en el original, es un arma de fuego más corta y de mayor calibre que la escopeta ordinaria.

Topacio: Piedra fina, amarilla, muy dura, compuesta generalmente de sílice, alúmina y flúor.

Labuan: Isla principal del Territorio Federal de Labuan, Malasia, cuya capital es Victoria. Localizada a 9,7 km de la costa noreste de Borneo.

Sarawak: “Sarawack” en el original, fue un reino de Borneo establecido por James Brooke en 1842. Desde 1963, es uno de los dos estados de Malasia.

Golpe de mano: Acción violenta, rápida e imprevista, que altera una situación en provecho de quien da el golpe.

Kali: “Kalì” en el original. En el hinduismo es una de las diosas principales, considerada consorte de Shivá. Representa el aspecto destructor de la divinidad.

Cipayos: “Sipai” en el original, es el soldado indio de los siglos XVIII y XIX al servicio de Francia, Portugal y Gran Bretaña.

Rajmangal: Sigo sin encontrar ninguna referencia a esta supuesta isla, sin embargo, el nombre está tomado del río Raimangal —llamado Mangal en las novelas—. Según la edición de las novelas de Sandokan, se puede encontrar el nombre Rajmangal o Raimangal. Me decidí por el primero, más que nada, para no confundirlo con el nombre del río.

Chandernagor: Es una ciudad de la India, en el estado de Bengala Occidental. Se halla a 30 km. del norte de Calcuta y se comunica con esta por ferrocarril, carretera y transporte fluvial. Cuenta con aproximadamente 150.000 habitantes. Es conocida por haber sido uno de los primeros asentamientos franceses en la India.

Rajá: “Rajah” en el original, es el soberano índico. Viene del francés “rajah” y éste del sánscrito “raja”, rey.

Hugli [ciudad]: “Hougly” en el original, actualmente se la conoce como “Hugli-Chuchura” en el estado de Bengala Occidental, a 35 km al norte de Calcuta en la India. La actual ciudad se formó en 1865 con la unión las ciudades Hugli y Chuchura. Se encuentra pegada al norte de Chandernagor.

Brahmanes: “Bramini” en el original, miembros de la primera de las cuatro castas tradicionales de la India.

Serampore: “Sirampur” en el original, es una ciudad de la India, en el distrito de Hugli, estado de Bengala Occidental. Es un poblado pre-colonial sobre la margen derecha del río Hugli. Formó parte de las colonias danesas en la India, siendo denominado Frederiksnagore entre 1755 y 1845.

Guardafrenos: Empleado que tiene a su cargo el manejo de los frenos en los trenes de ferrocarriles.

Policemen: Así en el original, palabra en inglés que significa “policías”. Seguramente eran empleados ingleses del ferrocarril.

Situada a unas cuatro millas más al norte: “Situata a una ventina di miglia più al nord”, en el original, que traducido indica que hay veinte millas —32 km— entre las estaciones. Ajusté el dato al real, cerca de 6 km.

Millas: 1 mi = 1,609344 km. Por lo tanto, 4 mi equivalen a 6,44 km.

Policeman: Así en el original, palabra en inglés que significa “policía”.

Meerut: “Merut” en el original, es un ciudad antigua localizada a 72 km al noreste de Nueva Delhi, en el estado de Uttar Pradesh, India.

Delhi: Estado al norte que forma el 'Territorio Capital Nacional' de la República de la India. Contiene la nueva ciudad de Nueva Delhi, la cual ha dejado de ser un área urbana distinguible pero contiene la mayoría de las instituciones administrativas del gobierno nacional y es considerada formalmente la capital.

Lucknow: Capital del estado de Uttar Pradesh en la India. Es la sede administrativa del distrito de Lucknow.

Cawnpore: Una de las ciudades con más habitantes en el estado del norte de la India de Uttar Pradesh; a partir de 1948 pasó a llamarse Kanpur. Está localizada en las costas del río Ganges y es un importante centro industrial. La ciudad alberga varias instituciones educativas.

Tantia Topi: También conocido como “Tatya Tope”, fue un líder brahman durante la Rebelión y uno de sus más conocidos generales. Su nombre completo era Ramachandra Pandurang Tope (1814 - 18/04/1859). Fue derrotado por el General Robert Napier en Ranode y más tarde ejecutado por el gobierno británico en Shivpuri.

Rani: Su nombre completo era Rani Lakshmi Bai y era la viuda del rajá de Jhansi, despojada del trono por los ingleses en 1852 por no tener descendencia masculina. Cuando la rebelión estalló Jhansi fue un importante centro de la revuelta. Muertos los británicos, Rani recobró el poder y lideró la defensa de la ciudad. Finalmente falleció en combate en la fortaleza de Gwalior en junio de 1858.

Baniano: “Banian” en el original, es el nombre común del Ficus benghalensis. También llamado higuera de Bengala, es un árbol importante dentro de la religión Hindú. De pequeños frutos rojos, se caracteriza por tener múltiples troncos suplementarios, nacidos de raíces provenientes de sus ramas.

Ciudad Blanca: O “White Town” en inglés, era el nombre con el que a mediados del S.XIX se conocía en Calcuta al área británica alrededor del barrio Chowringhee, donde estaban los edificios públicos.

Malecones: “Gettate” en el original, fue la traducción más cercana que encontré, es un murallón o terraplén que se hace para defenderse de las aguas.

Squares: Mantuve la palabra utilizada por Salgari. Proviene del inglés y significa “plazas”.

Shudra: “Sudra” en el original, es el miembro de la cuarta y última casta, la de los siervos (peones que trabajaban por comida y techo).

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